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Moyavita, la comunidad que le apuesta al agua

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El inclemente sol acompañado por la fuerte y helada brisa no dejaban de arreciar en la cúspide de la vereda Moyavita, en el municipio de Chiquinquirá (Boyacá).  Este territorio ha sido azotado en los últimos años por prolongados tiempos secos, una situación que ha provocado que la quebrada La Laja, única fuente hídrica cercana y que surca la geografía boyacense, se quede sin agua.

Las largas jornadas para recolectar, conseguir y transportar agua, cada vez son más complejas y arduas, por eso cada gota de es un tesoro por cuidar. Casi milimétricamente, las familias de la zona rural deben racionar su consumo para así mantener por más tiempo el líquido para las diversas actividades domésticas y agropecuarias.

Josué Celis un hombre de estatura alta, robusto y quien siempre lleva consigo su infaltable sombrero, perdió la cuenta de los recuerdos que tiene en Moyavita, pues en esta región vio por primera la luz, allí pasó toda su niñez, adolescencia y ahora con el paso de los años, continúa cosechando remembranzas en cada rincón de esta inmensa tierra. Aún en su memoria están los saltos incontables de los conejos silvestres que brincaban de un lado a otro; la majestuosidad de los zorros que paseaban sin descanso por estos lugares o ver de lejos a los faras, guaches o armadillos que poco a poco empezaron a desaparecer por la mano del hombre y en otras por los perros ferales que llegaron para comerse a todos los animales que por allí caminaban.

Al igual de Josué, decenas de campesinos que habitan la vereda, sin dudarlo decidieron cargar palas, azadones y demás herramientas para ayudarle a la tierra a sembrar vida, participando en la jornada de reforestación efectuada en los alrededores del Banco Municipal de Agua –BAMA, sin duda alguna, el mayor ingrediente de la mañana fue el entusiasmo y optimismo para sembrar 200 árboles de especies nativas.

El sol casi al mediodía era más fuerte, pero también la fuerza con la cual este grupo de hombres y mujeres abría huecos en la tierra donde cada planta empezaría a crecer. Un poco de tierra suelta, sumado a la plántula con fuertes raíces, fueron enterradas con amor y con mucha dedicación, poco a poco se sumaba más tierra y finalmente un esquivo chorro de agua, que fueron los ingredientes para las decenas de robles, sauco, arrayan y hayuelo.

“Quisimos unirnos a esta jornada de reforestación, que hace la CAR en compañía del Ejercito Nacional, porque tenemos la fe puesta en que de aquí mismo salga el agua que necesitamos para que puedan subsistir los animales y los seres humanos”, dijo el agricultor.

Hoy la esperanza para Josué y los habitantes de Moyavita es que puedan consolidar el acueducto veredal que les permita garantizar agua para sobrevivir, para los cultivos y los animales, por eso no pueden desaprovechar cualquier actividad en la cual se puedan vincular y hacer parte de la conservación de los recursos naturales.