UNA LÁGRIMA AL MEDIO DÍA

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    Por Guillermo Romero Salamanca

    El 22 de noviembre de 1963 era viernes. En las casas colombianas era costumbre –a la hora del almuerzo– prender el radio, esperar unos minutos mientras se calentaba el tubo, ajustar el dial, escuchar noticias y disponerse a la mesa. Se servía un banano, un trozo de papaya o una fruta como pera al principio, luego una sopa y después lo que se llamaba el seco. Estarían sirviendo el segundo plato, tipo 12 y 45, cuando los tenedores quedaron paralizados y no se dio un cuchillazo más: la información dejó perplejos a los comensales. No lo podían creer.

    “Silencio, silencio”, gritaban los padres, mientras las señoras comenzaban a llorar. El cable, porque así se le llamaba en esa época a la noticia que llegaba por télex de una agencia internacional manifestaba que en Dallas, en medio de un desfile, habían asesinado al presidente de los Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy. El postre se convirtió en melancolía porque era el gran suceso del día, del año tal vez del siglo.

    Tiempo después el ataque a Nueva York del 11 de septiembre del 2001 causaría tal vez el mismo impacto.

    En Bogotá, el presidente Kennedy era bien apreciado porque casi dos años antes, el 17 de diciembre de 1961 era huésped ilustre, invitado por el presidente Alberto Lleras Camargo y había puesto la primera piedra para lo que después se llamaría Ciudad Kennedy, un gigantesco complejo habitacional en donde antes había estado el aeropuerto de Techo.

    Su presencia hacía parte del programa “Alianza para el Progreso” con el fin de buscar el apoyo latinoamericano ante el avance del comunismo.

    Kennedy cautivaba y las féminas quedaban encantadas con él, por su forma de ser, su pelo rubio y su manera de dirigirse a ellas. A pesar de estar acompañado por Jacqueline, tuvo tiempo para lanzar piropos y mirar a las tímidas colombianas. “Las mujeres quedábamos cautivadas por él, cuando estuve cerca me picó el ojo y yo no sabía qué decir”, comentaba después doña Cecilia de González, en un resumen que hizo la Radiodifusora Nacional.

    Todas querían estar con él. Incluso, hasta la mismísima Marylin Monroe, la diva más grande que ha tenido la industria del cine mundial, armó tremendo alboroto cuando cantó el Happy Birthday, Mister President en la fiesta celebrada el sábado 19 de marzo de 1962 en el Madison Square Garden de Nueva York y el hombre fuerte del mundo cumplía 45 años.

    Para implementar las noticias del espectáculo y del escándalo, ese día Marilyn llevó un vestido ceñido, confeccionado en gasa de seda color beis y con más de 2.500 incrustaciones de cristal, que brillaban aún más esa noche con la única luz de escenario que había en el lugar. Para darle más realce al vestido, la Monroe no se puso ropa interior.

    Noticias como la invasión de Bahía Cochinos, la crisis de los misiles de Cuba, la construcción del Muro de Berlín, el inicio de la llamada carrera espacial, las protestas por los Derechos Civiles o los enfrentamientos en Vietnam habían dado tantos titulares como esa escena.

    Pero era Kennedy y todos los querían, o bueno, muchos, porque se armó un complot de tal magnitud que 54 años después no ha sido develado. Es el mismo procedimiento que se ha hecho con líderes como Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez Hurtado, Martin Luther King, Gandhi, donde apresan a unos posibles autores materiales, que los matan ahí mismo o días después y todo queda en la impunidad.

    Kennedy mandaba en plena Guerra Fría. En los Estados Unidos las peleas raciales en el sur eran el pan de cada día y el Ku Klux Klan asesinaba a diestra y siniestra. En agosto, el líder y después nobel de la paz, Martin Luther King había pronunciado un duro discurso en Washington.

    Los rumberos barranquilleros y caleños lamentaban ese año la muerte del bárbaro del ritmo, el Benny Moré, quien falleciera a los 43 años y dejara inmortales obras como “Bonito y sabroso”, “Qué bueno baila usted” y del siempre bien recordado entre los románticos, “Mucho corazón”, entre decenas más. También desaparecía Ernesto Lecuona el de “Siboney” y los amantes de Edith Piaf lamentaban su muerte. No podían creer que semejante prodigio musical se fuera al más allá a los 48 años.

    Los católicos habían lamentado también la muerte del Papa Bueno, Juan XXIII, quien había proclamado el Concilio Vaticano II y escuchaban al nuevo Pontífice, Pablo VI. Ese mismo año se dejaron de oficiar las misas en latín y se hacían ya en el idioma de cada región.

    En el país, la noticia mayor la había proporcionado en mayo un fallido golpe militar contra Guillermo León Valencia, armado por un grupo de militares retirados del Ejército.

    En 1963, un grupo de liberales retirados del partido organizaron el MIL, Movimiento Independiente Liberal, comandados por Abelardo Forero Benavides, Darío López Ochoa y Fernando Mazuera.

    La noticia del asesinato de Kennedy impactó a los colombianos. Se guardaron días de luto y los televidentes debieron esperar hasta las siete de la noche, para ver las primeras imágenes sobre el magno acontecimiento. La noche se acompañó con informaciones radiales y el día siguiente agotaron las publicaciones de los diarios.