Conformación del bloque, rastrojo o recave, papa cortada, agilidad en la recolección o el hollejo más largo. Estas, y otras categorías sirven para premiar a aquellos hombres y mujeres campesinos de Sibaté que, si de algo saben, es de papa. Hablando de papa, ¿a quién no le gusta una papa salada con guacamole o mayonesa para los más modernos, acompañada de cuanta delicia pase por su cabeza en este momento? La papa tiene más amigos que detractores, eso es una realidad.
Realidad que Asopapa en Sibaté, la alcaldía de este municipio y por supuesto el gremio papicultor no olvidan, y cada año desde 1998 se reúnen para celebrar el concurso Azadón de Oro que ya va por su XXII versión. Este concurso, por increíble que parezca tiene toda la altura, protocolo y reglas de juego claras para sus participantes, entre ellas; inscribirse previamente, la presentación y el uso de materiales adecuados para la competencia, llegar puntuales, tener un padrino que además del apoyo económico en la inscripción, permanece con su ahijado hasta el conteo y revisión final de la papa recogida.
Hay más de 50 participantes de diferentes categorías inscritos entre hombres y mujeres, personas que todos los días le madrugan a la siembra y cosecha de la papa. El azadón de oro no es más que un espacio para estimular y reconocer a los obreros que, bien sea por jornal o por contrato, tienen claro que la papa se trata con cuidado y que el azadón es pieza clave en ello.
La CAR asiste en calidad de padrino para algún campesino que lo requiera, este año acompaña a Mauricio Jaimes, un joven trabajador y cultivador de papa. Él asegura: “Desde que tengo memoria, mis padres y yo hemos cosechado papa, tengo 32 años y no conozco otra vida. Sirvo para esto, esto es mi pasión”.
Mauricio vive en la vereda el Peñón de Sibaté y ve la jornada del Azadón de Oro como un espacio para relajarse, competir y disfrutar junto demostrado su destreza en este trabajo. Y continúa: “Me motiva porque a pesar de trabajar todo el año haciendo esto, hay un día donde se puede pasar entre amigos. Un relajo de estos es bonito, salir de la monotonía”.
Sus padres le enseñaron a él y a su hermano este oficio, esta es su vida. La papa es su amiga siete días a la semana y es tema de conversación para ellos las 24 horas.
“Nosotros sabemos que hay muchas personas que siembran papa en el páramo, que le echan muchos químicos y que cada día es más difícil trabajar, además porque la tierra ya se ve cansada y toca muchas veces buscar la forma de nutrirla de nuevo, eso no es fácil. Pero aquí tratamos de no hacer nada que dañe la naturaleza, al contrario, cuidar para no tener que sacar a la brava la papa”, asegura.Mauricio se sintió muy bien durante la competencia. Le amilano un poco el clima, que aquí en la vereda Usaba va de extremo frío, a rayos imponentes de sol y segundos más tarde, lluvia. Pero ellos están más que acostumbrados.
Cada campesino tiene tres bloques o hileras de tierra donde está enterrada la papa y deben no solo sacarla y ponerla a la vista para luego recolectarla, sino que deben evitar que el azadón pique, corte o dañe tanto el producto como los bloques, por cada bloque puede haber casi siete bultos del preciado tubérculo.
A pesar de eso la tarea no termina allí, pues también estos dedicados participantes y campesinos deben competir por el menor tiempo en la recolección, tiene 15 minutos y les van descontando un punto por cada minuto de más.
No se puede solo describir con palabras lo que se vive durante la competencia, emoción, risa, angustia, y uno que otro experto que desde lejos arma polémica sobre quién va bien y quién no. A lo lejos se ve las sabanas llenas de papa, señal de que la tarea está completa. Al concurso le sobran talentos y el ganador más que importante es solo una muestra de todo el trabajo que hay detrás de muchos, que, aunque no ganen, salen del anonimato por unas cuantas horas. Sus familias, la sopita y una cerveza fría para bajar el calor de la labor les alienta.
El azadón de oro es sin duda un homenaje a las raíces de estos sibateños, a la importancia de trabajar en armonía con la naturaleza y respetarla para poder beneficiar a la despensa nacional. Pero, sobre todo, un homenaje aquellos hombres y mujeres que prefieren la vida del campo, no solo por cultura, sino por convicción.
Tomado de: Sala de prensa CAR