Hace aproximadamente 6 años, Jaime Castillo y su esposa Ana Segura, se plantearon dos preguntas que cambiarían radicalmente sus actividades diarias, “¿Qué queremos hacer todos los días por el resto de nuestras vidas?” y “¿Qué estamos consumiendo a diario?”. El primer interrogante estaba ligado a sus trabajos, pues cada uno dependía de las órdenes de un jefe y el segundo interrogante a que los alimentos que consumían no estaban frescos o no conocían su origen.
De allí surgió la idea de “Bioagricultura urbana”, iniciaron en su casa en Chía en donde plantaron su primera lechuga y aunque esta no creció, fue una prueba para identificar si este proyecto les interesaba o no. Y aunque la gente se reía de ellos por el poco espacio con el que contaban en la ciudad, luego de varios intentos de prueba y error, comercializaron sus productos frescos durante 5 años.
Desde hace un año incluyeron en su emprendimiento el servicio de siembra de huertas urbanas agroecológicas, sin químicos y adaptadas a los espacios disponibles en los hogares. Durante este año han sembrado cerca de diez huertas en diferentes lugares de donde los han llamado, ofreciendo la posibilidad de cosechar una gran parte de los alimentos que se consumen en un hogar, dentro del jardín, así se esté en la ciudad.
Jaime sabe que normalmente se suelen tener huertas o árboles en las casas, pero ellos quisieron dar un paso más allá. Él, junto a su esposa, piensa su proyecto en grande, no en hectáreas, sino en impactar en muchos lugares. Lo que los distingue: “Las buenas prácticas agroecológicas”.
Todo su conocimiento es empírico depurado a través de la praxis, sin embargo, cada vez que entidades como la CAR o la Alcaldía del municipio de Chía ofrecen cursos en los que se aborden temáticas de su interés, están siempre dispuestos a participar, para tomar de estos la información que requieren para continuar con su labor.
Para saber qué se requería para ofrecer este servicio, identificaron las necesidades de los clientes. Lo primero que encontraron es que no hay mayor oferta en cuanto a asesoría o, en muchos casos, esta es muy costosa; lo segundo es que a pesar de encontrar mucha información en internet, esta no funciona al 100%, pues dependiendo de las variables se deben aplicar diferentes métodos.
Los han contratado en 4 fincas, en donde los dueños piden el servicio de huertas buscando cultivos orgánicos porque, lastimosamente, según Jaime, en el campo se utilizan muchos químicos para lograr un mayor nivel de producción. Él ve con tristeza que no haya jóvenes en el campo, esto debido a que, según él, el Estado no ha sabido vender esta actividad mostrando la posibilidad de que sean gerentes de su propia finca.
Cuando un cliente contrata sus servicios, lo primero que hacen es concientizarlo en cuanto a que el proceso de cultivo toma más tiempo, pues lo natural se demora más en crecer. Seguidamente toman fotos del lugar donde se tiene previsto cultivar y con estas hacen un diseño digital para que sea aprobado. Posterior a la aprobación se presenta un presupuesto detallado en cinco ítems (estructura, sustrato, riego, plántulas y abono) para terminar construyendo y entregando el cultivo desde su primera etapa. El cliente puede elegir que se le haga mantenimiento, o aprender a hacerlo por cuenta propia durante el período de implementación. En caso de fracaso del primer cultivo se ofrece garantía de una segunda resiembra.
Según Jaime “el proceso de siembra tiene cambios drásticos, sobre todo a nivel emocional”, pues ha identificado que en muchos casos la gente comienza motivada pero cuando evidencian que la huerta requiere mantenimiento y cuidado, se desaniman. Es por esto que siempre procuran aconsejar al cliente en cuanto a lo mejor que se puede sembrar de acuerdo a las variables de las condiciones del ambiente.
Adicionalmente, una variable predominante, es que las personas tienen poco tiempo, entonces para este caso han diseñado huertas funcionales, implementando sistemas de riego por goteo o por miniaspersión lo que ayuda a ahorrar agua y libera la carga de mantenimiento constante. Así también unen la tecnología con el cultivo.
Las principales ventajas de tener una huerta agroecológica en casa, es que los productos siempre están frescos porque se recogen del cultivo a medida que se van necesitando; además, ver el proceso es emocionante, pues este es seguido paso a paso por la persona que lo va a consumir y muchos clientes han afirmado que incluso los alimentos saben diferentes.
En cuanto al aporte al medio ambiente, Jaime destaca la recolección de aguas lluvias en la huerta de su casa, así cada metro cuadrado del cultivo puede recibir una cantidad determinada de agua, a la que le hacen un proceso de filtrado. “yo cuido al planeta cuando quiero disminuir mi huella ecológica, las
huertas sirven para captación de CO2, cuantas más huertas haya, más nivel se capta. Son amortiguadores de ruido en decibeles, reducen el ruido externo hacia adentro y el interno hacia afuera. Complementando las huertas con compostaje ayudamos a reducir el material orgánico que se arroja a los vertederos, más o menos el 40% de los residuos que se generan en los hogares son compostables. Además, donde está la huerta se nivela la temperatura, porque cerca a los cultivos siempre hay aire fresco”.
Este proyecto de Bioagricultura Urbana hace parte del programa de Negocios Verdes de la CAR, al que se unieron Jaime y Ana desde que contaban con un pequeño espacio para la siembra de productos frescos y orgánicos. Su objetivo ahora es proyectar la empresa de forma urbana, pero más enfocada a capacitar a las personas en cómo se puede hacer una huerta y así poder impactar una cantidad de población mayor, mientras tanto seguirán trabajando en la voz a voz, porque sus clientes satisfechos siempre recomiendan sus servicios.
Tomado de: Sala de prensa CAR