Es miércoles y el camino conduce al municipio de Buenavista, provincia del occidente del departamento de Boyacá, al cual se llega tras un recorrido de cuatro horas saliendo desde la capital. El reloj marca las ocho y media de la mañana, al llegar a la vereda Patiño de ese municipio, se pueden apreciar paisajes llenos de color verde y por ende se respira a campo.
Son sus montes y sus cuencas hidrográficas la riqueza de su gente, aquello que los une para proteger los recursos naturales. Muestra de ello son los pequeños niños Defensores del Agua, de la escuela José María Silva Salazar sede-Patiño.
Son ellos los protagonistas ambientales, con sus uniformes deportivos de color rojo y blanco, y algunos con chalecos azules, que los identifican como la nueva generación que cuida el territorio. En sus manos llevan los costales para dar inicio a la limpieza de la quebrada ‘Hoya Grande’ y sus alrededores. Mientras que sus padres o abuelos van con sus gorras, botas y machete “para limpiar el camino y seguir avanzando” asegura entre risas Sandra, quien como madre acompaña a sus pequeños en la actividad.
En medio de la caminata que conduce a la quebrada, la profesora Luisa Fernanda Ortiz, manifiesta la importancia de la integración de los padres de familia a la actividad: “Los padres deben valorar las riquezas de la vereda y percatarse de la contaminación que hay y que, por medio del ejemplo, los niños aprendan a cuidar el medio ambiente”.
Tras 20 minutos de caminata y juegos infantiles, los pequeños reflejaron en sus rostros el asombro ante la presencia de un caracol, prendido de uno de los árboles que llevaban para sembrar al final de la limpieza, cerca de una quebrada que recorre la vereda. Allí se dividieron en dos grupos, los más pequeños de transición, primero y segundo grado, dirigidos por la profesora Luisa, recogieron basuras por la orilla de la carretera, mientras que los estudiantes de grados más altos hasta quinto de primaria, limpiaron la quebrada en una actividad encabezada por el profesor Edilberto y la pedagoga de la CAR, María Teresa Suárez.
“El propósito es recoger todos los residuos sólidos como plásticos, bolsas que se encuentren alrededor de la fuente hídrica, con el objetivo de tomar conciencia y cuidar estos recursos que son vida, son el presente y futuro de esta comunidad, de los niños, para que no nos veamos afectados en crisis de agua, falta de árboles y destrucción de las especies de animales que habitan en la vereda”. Cuenta el profesor Edilberto, con cara de preocupación cuando habla del tema.
Después de dos horas de recorrido y a pesar del frio, sin importar las grandes piedras que tenía la quebrada, los niños llegaron con las tulas llenas de basura, con sus rostros felices por haber cumplido con la misión, pese a sus uniformes un poco sucios. Así, con esa alegría, se dieron cita nuevamente en el punto de encuentro, y mientras esperaban el grupo de la profesora Luisa, los primeros en llegar se bañaban en la quebraba, jugaban y se reían y hablaban de la experiencia de lo que habían vivido.
“Encontramos animales como un cangrejo, recogimos basura, casi no podemos sacar un broche de un carro, es una experiencia que nos permite cuidar el medio ambiente y de estas actividades me gusta sembrar árboles, porque así no se siente acabado el medio ambiente” manifiesta Leidy con tan solo 10 año de edad, quien se refresca en la quebrada mientras va hablando.
Y junto a ella está una mamita que dejó atrás sus actividades laborales para apoyar este ejercicio y darle ejemplo a su hijo. Con sus manos un poco sucias, miraba con asombro todo lo que recogieron de residuos y contaba que en su casa uno de sus hijos recicla el plástico para hacer materas y de esa manea contribuir con el medio ambiente.
Así avanzó la mañana en medio del sol, sin saber qué hora era, padres y niños disfrutaron de la jornada ambiental, que terminó con 14 de tulas llenas de basura, y con la que pudieron apreciar que hay más residuos a la orilla de la carretera; los cuales serán llevados por el profesor en su camioneta al municipio de Buenavista, dado que ningún carro de basura llega a la vereda. Una iniciativa del educador, a quien sus alumnos admiran, aprecian y sobre quienes ha dejado huella por las enseñanzas que cada día les aporta.
Terminan la jornada con los cachetes rojos, pero cierran con broche de oro sembrando dos árboles a los cuales les pusieron nombres: uno ‘Patiño’ y al otro ‘Boyacá’.
La recompensa, además de la vivencia, será ir a contarles a sus familias lo que aportaron al medio ambiente. De nuevo regresaron a la escuela y mientras disfrutaban de una bebida fría con galletas, Maria Teresa, representante de la CAR hace una reflexión y los felicita por la participación en los diferentes programas de la Corporación, que busca enseñarles a los niños sobre los recursos naturales y cómo ayudar a protegerlos. De esta manera, reponen energías, porque Niños Defensores del Medio Ambiente no se les acaban las pilas.
Tomado de: Sala de prensa CAR