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De la tierra de la panela a la leyenda de El Dorado

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Son las 4 de la mañana. Un viento cálido recorre las calles, en ese momento solitarias, del municipio de Villeta, el silencio de la noche solo es interrumpido por el ruido de las motos que atraviesan la ciudad.

Frente a la sede Guillermo León Valencia de la Institución educativa departamental “Alonso de Olalla” hay un movimiento inusual: En taxis, motos o a pie, comienzan a llegar, acompañados de sus padres, niños de los grados cuarto, quinto y sexto de primaria, que ese día salían hacia el municipio de Guatavita a conocer la legendaria laguna donde se formó la leyenda de El Dorado.

Ellos habían ganado ese estímulo debido a su amplia participación en la reciclatón realizada hace algunos días en el municipio. La jornada fue un incentivo ofrecido por la CAR, que desde la Dirección Regional Gualivá gestionó las entradas y el transporte al parque “Reserva forestal productora protectora laguna de Guatavita y Cuchilla de Peñas Blancas “, que desde 2003 administra y cuida la laguna y su entorno.

Así estaba todo dispuesto, y una vez llegaron los dos vehículos, el grupo que, entre profesores, padres de familia y estudiantes sumaba 70 personas, comenzó a abordar. Una vez acomodados, iniciaron la travesía hacia la Laguna. Iban alegres, entusiasmados y expectantes; en el grupo sobresalía un niño delgado y moreno, que por su inconfundible acento denotaba su origen venezolano: Luis García de 10 años, salió de su hogar en el estado de Yaracuy, junto a sus padres hermanos y su abuela, y se radicaron hace más de un año en Villeta, donde intentan rehacer su vida. Luis ingresó a estudiar en esta institución donde se ha adaptado a sus compañeritos colombianos que le aprecian y admiran su historia de vida y de superación.

Los buses comienzan a subir hacia la sabana, el frío empieza a sentirse en el ambiente, y estos niños acostumbrados al calor villetano se colocan sacos, guantes y bufandas, y cuidados por sus padres y profesores, la mayoría se va durmiendo. La luz del día ya entra por las ventanillas de los vehículos. Los chicos preguntan dónde están y se les informa que en el sitio denominado Siberia y que aún falta mucho para llegar. Mientras los vehículos entran en el endiablado tráfico de la vía Cota – Chía, en un tramo que toma casi dos horas, los niños juegan y escuchan música. Al fin autopista norte, Briceño y Sopó vía Guasca – Guatavita. Al paso por este municipio se aprecia no solo la imponencia del gigantesco embalse de Tominé, sino la belleza del nuevo pueblo fundado hace 50 años cuando se inició el proyecto. Muchos preguntaron si el embalse era la laguna y se les explicó que era algo totalmente diferente y que aún faltaba un kilómetro para llegar al sitio.

Por la vía a Sesquilé se desvía a la derecha y a unos diez kilómetros por fin el grupo llega a la entrada del parque, ubicado en este municipio, y que desde 2003 está al cuidado de la CAR, luego de la declaratoria de reserva forestal en 1993, ya que antes el ingreso era libre y el sitio estaba deforestado, abandonado y su fauna y flora en peligro.

Actualmente el parque de 613 hectáreas, está bellamente cuidado y totalmente recuperado con senderos, área administrativa, baterías de baños y cafetería, donde solamente se permite el turismo de contemplación y al cual ingresan diariamente entre semana un promedio de 200 personas, número que puede llegar a mil en un fin de semana.

Allí laboran de martes a domingo 28 personas entre personal administrativo, de vigilancia y los denominados Guías o Relatores, quienes van contando la historia de los músicos, enseñando la flora y la fauna de la zona y que en grupos llevan a los visitantes a la zona de la Laguna.

Los Niños villetanos, una vez consumieron su refrigerio, ingresan al parque donde los recibe Héctor Darío Leal, el relator de turno para el grupo. Equipado con un pequeño amplificador y protegido con un sombrero de ala ancha, va sumergiendo al grupo en la historia de los músicos y enseñando la flora del sector. Los niños van aprendiendo sobre alisos, siete cueros, borracheros y nogales; luego Ingresan a una Maloka denominada KUSMUY que simula el sitio para prácticas ancestrales. Allí, Héctor enseña al grupo algunos vocablos muiscas que por ser mal utilizados por nosotros escandalizan y producen en el grupo risas y luego asombro: “Guache” no es una persona ordinaria, quiere decir Guardian o protector; “Guaricha” no es mujer de vida fácil quiere decir mujer sabia y “Güeva” no es la grosería que todos conocemos, para los muiscas era aprendiz o estudiante.

El camino de unos 500 metros nos lleva hasta el inicio del sendero de ascenso a la laguna. Héctor relata cómo durante siglos ésta se ha querido desecar para buscar sus riquezas. El ascenso, si bien no es extenso, se hace por un estrecho camino empedrado, de poco menos de 1 kilómetro y allí, imponente con sus aguas verdosas haciendo un círculo casi perfecto, está la legendaria Laguna del Cacique Guatavita. Aunque allí el frio y el viento calaban los huesos, la alegría de los niños era indescriptible y todos querían la mejor foto con el fondo de la laguna. Posteriormente escucharon de Héctor el origen de la leyenda, de cómo los muiscas preparaban al sucesor del Cacique Guatavita, quien era escogido desde su nacimiento del vientre de una hermana, era preparado en una cueva durante 9 años, que durante otros 9 estaba a cargo de los sacerdotes, que sabios de la tribu lo preparaban en sabiduría y artes y oficios para gobernar a su pueblo, que era desposado con una joven que, como él, llevaba 18 años preparándose para ser su esposa, y que llegado el momento eran llevados a la laguna, donde miles de indígenas depositaban sus prendas en oro en el fondo de la laguna como homenaje al nuevo cacique, para así asegurar la pureza de la especie.

El recorrido termina, Héctor se despide y regresa a la base del parque porque otro grupo de turistas lo espera. Los niños de Villeta y sus acompañantes comienzan el descenso hasta el sitio donde abordan nuevamente los buses de regreso a su pueblo, cansados pero satisfechos por haber conocido una de las bellezas arqueológicas e históricas del país. Ya en el bus, la profe Gladys Barrera les pregunta a los niños qué aprendieron, muchos hablaron de la leyenda, otros de los nombres de los árboles y plantas y otros bromearon con los vocablos indígenas: Carlos, el niño venezolano que no quiere regresar a su país, solo atinó a decir:” aprendí que soy una güeva”

Tomado de: Sala de prensa CAR