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El virus de la revocatoria

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Javier Urrego – Filósofo

Un fantasma recorre Colombia: el fantasma de la revocatoria. La constitución del 94 estableció la revocatoria de un mandato popular, entiéndase: alcaldías, gobernaciones o presidencia mediante la aprobación del 40 por ciento o más de las personas que eligieron a dicho mandatario. Huelga decir que esta aprobación se da mediante firmas avaladas por la registraduría. Entonces, para dichas revocatorias, tenemos en principio un problema logístico y de tiempo para que esta acción pueda ocurrir. El logístico tiene que ver con la forma en que se van a recoger las firmas las cuales, en el caso del mandato del presidente, serían más o menos 7 u 8 millones. Un antecedente de esto, para hacernos una idea, fue la consulta anticorrupción la cual en casi un año recogió 4 millones de firmas. En este momento falta poco más de un año para que el mandato del presidente culmine.  Claramente los tiempos no dan. Y nunca vana a dar. Antes de los dos años de gobierno no se puede tramitar una revocatoria porque aún no se puede constatar si se ha incumplido o no el plan de gobierno. Y luego de los dos años tampoco porque los tiempos no alcanzan.

Según cifras de la registraduría en este momento se tramitan 28 solicitudes ante la registraduría para la revocatoria de varios mandatarios. Entre otros, además del presidente, están la alcaldesa de Bogotá y el alcalde de Medellín. Los tres puestos de elección popular más importantes de Colombia. Es claro que, más allá de si los argumentos que exponen los comités de revocatoria son ciertos o no, esta avalancha de revocatorias obedece a intereses políticos. Volviendo a la consulta anticorrupción, como todo el mundo sabe esta no prosperó y desde un principio se sabía que no iba a prosperar. Sin embargo, la promotora principal, hoy alcaldesa de Bogotá, siguió adelante. Ella se dio cuenta, así como ahora se dan cuenta los comités de revocatoria, que estas acciones “populares” son un trampolín electoral para los próximos comicios. Se acercan tiempos de elección y desde ya mismo los candidatos prenden motores y hacen alaraco, todo con miras a llegar al puesto más anhelado de todos los honorables servidores públicos, el destino de destinos: la presidencia.