La ruta se inicia en la moderna autopista que de Bogotá conduce hacia los municipios de La Vega y Villeta (Cundinamarca), tomamos un ramal que, en pocos minutos, nos conduce a San Francisco. De allí partimos, y a medida que avanzamos se dibujan hermosos paisajes y cultivos de café, caña y plátano que nos van enseñando que estamos en una tierra fértil y productiva
Abandonamos la vía principal y nos adentramos en un carreteable, que si bien es estrecho, está en buenas condiciones. La sensación térmica se hace más cálida, y a nuestro paso nos encontramos con niños que van hacia la escuela, campesinos que nos saludan amablemente, aves de corral que se atraviesan a nuestro paso y algo especial: muchas de ellas son finos gallos de pelea, que es una de las aficiones de los lugareños.
Llegamos por fin a nuestro destino: el polideportivo de la vereda de Mesitas. Grande, bien conservado, donde chicos y grandes practican a diario actividades deportivas. Frente a esta estructura está la escuela, de donde provienen las risas y juegos de los alumnos que a esa hora estudian; una pequeña tienda con abarrotes, productos de paquete y gaseosas, donde se surten los habitantes del sector de algunos productos básicos, y donde los amigos se reúnen los fines de semana o en las tardes a compartir una cerveza o una partida de tejo en la cancha improvisada tras la tienda. En medio de este entorno campesino, al fondo, se despliega un paisaje que refresca los sentidos: pequeñas fincas como casas de pesebre, cultivos de café y frutales, y más al fondo las montañas de la hermosa cordillera central, adornadas con nubes y un pequeño manto de niebla. Un verdadero manjar para la vista y el corazón.
Regresamos la mirada y la atención en el polideportivo, donde se observan los tanques y elementos del programa Lluvia para la Vida, uno de los más acertados proyectos de la CAR, que pretende incentivar la recolección de agua lluvia mediante la entrega de un tanque de 1.000 litros con todos sus aditamentos, canales empaques y demás, a familias campesinas previamente seleccionadas por las administraciones municipales con las juntas de acción comunal.
37 familias estaban reunidas ese día, escuchando las explicaciones del ingeniero Michael Conde Valbuena, sobre la forma de instalar los tanques. Atentos, expectantes, pero especialmente alegres, tomaban nota, preguntaban y observaban el procedimiento. Posteriormente escucharon de la trabajadora social Sandra Patricia Rojas, apartes del contrato de recibo de los elementos, donde se comprometían a cuidar, y a dar un buen uso a esta herramienta. Luego, en presencia del Alcalde y el Director Regional de la CAR, firmaron el recibido de los elementos. Al final, cada uno posó frente a su tanque. La felicidad se notaba en su mirada y sus sonrisas campesinas.
Para Segundo Ricardo Castellanos, Un hombre joven de pocas palabras, vestido con jean, camisa corta, botas pantaneras y poncho anudado al cuello: “Ahora recolectando agua lluvia se podrán suplir varias actividades en mi hogar, con las que hasta hora dependíamos del acueducto”.
Don Martín Castellanos Rivas, un curtido campesino de 64 años, de machete al cinto, recibió la herramienta “como una bendición de Dios” para él y su esposa “ya que los hijos se fueron” podrá ahorrar agua y así suplir sus necesidades en estos tiempos difíciles con el bajo precio del café producto del cual vive.
Doña Nohemí Moreno, vicepresidenta de la junta comunal, es una boyacense del municipio de Guayatá, que llegó hace muchos años a la región, y que hoy no la cambia por nada. En su pequeña parcela cultiva, café naranja y aguacate “estoy feliz ya que el agua es vida, y esta ayuda de la CAR es una bendición.”
Pero tal vez los más felices eran el matrimonio Quintero Torres: Don Mauricio, un campesino alto, moreno, con una amplia sonrisa, su esposa Nancy, una joven humilde, sencilla y trabajadora, y el pequeño Maicol que con sus tres años quería introducirse en el tanque y nadar en él.
Luego de la foto grupal, en camiones, pequeños vehículos o algunos al hombro comenzaron a llevarse sus tanques y elementos para sus fincas, instalarlos y comenzar a disfrutar de esta herramienta de la CAR.
Este relato, ocurrido en una escondida vereda del municipio de Supatá, ha sido similar en todo el territorio CAR, donde solo en 2017 se han entregado 4053 herramientas, en 82 municipios con un estimativo de más de 8 mil tanques entregados al finalizar este año, que significarán un aprovechamiento de cerca de 163 mil metros cúbicos de agua lluvia.
Con ello, la CAR contribuye al uso racional y aprovechamiento de agua para que el pequeño Maicol y las futuras generaciones tengan asegurado este recurso básico para la vida.
Tomado de Prensa Car