En la provincia de Sabana Occidente, el nombre de Don Rosendo Romero era conocido cuando se hablaba del río Subachoque o el río Bogotá. Asistía a cuanta reunión, audiencia, recorrido o capacitación hubiera sobre estos temas, o en general sobre medio ambiente, sin importar el sitio, la hora o las condiciones climáticas. Era un hombre entregado a defender la naturaleza, a vigilar el cumplimiento de las entidades encargadas, era franco y directo a la hora de argumentar sus ideas y principios. Desde su posición de veedor, su voz se alzaba firme y altiva para denunciar, criticar y debatir, pero también para destacar buenos resultados. Su talante y carácter no le impedían enaltecer cuando veía logros y avances. Tenía también la capacidad propositiva de llevar siempre ideas y sugerencias y aportar su granito de arena para trabajar de la mano con quien tuviera, como él, la firme convicción que el medio ambiente es de todos.
Un personaje de esta naturaleza, aparentemente drástico y firme, pero que tras de sí tenía una historia humana que contar, queríamos conocer; saber cómo se había convertido en uno de los veedores más destacados en la provincia. Don Rosendo se entusiasmó con la idea y quería que se conociera su trabajo de más de 30 años como miembro de la Veeduría, junto a un grupo de hombres y mujeres que, como él, están entregados 24 horas 7 días a la semana, en defensa de nuestros sagrados recursos naturales. Sin embargo, su corazón, ese corazón que durante 68 años le dio vida, entusiasmo y fortaleza, dejó de latir sorpresivamente el pasado 13 de abril, 48 horas antes de la entrevista que habíamos concertado.
El pueblo de Madrid lo despidió con dolor y tristeza por su sorpresivo fallecimiento y quienes siguen su legado y su lucha, ya retoman sus banderas de defensa del medio ambiente. Su hermana Lilia, y Wilson Buitrago, uno de sus mejores amigos, se encargaron de contarnos lo que don Rosendo lamentablemente no alcanzó:
Nació en Bogotá, pero llegó a Madrid hace más de 40 años, laboró en el área de las artes gráficas en la Universidad Nacional e hizo parte del sindicato de esa alma máter durante más de 10 años. De ahí formó su carácter de líder y especialmente de defensor de los más necesitados frente a las injusticias.
Hace 30 años junto a un grupo de líderes, dio los primeros pasos para fundar la Casa de la Cultura del municipio de Madrid, a la cual estuvo vinculado en sus primeros años; laboró en el Hogar del Niño y la Niña que está en jurisdicción del municipio, pero en su día a día veía cómo el río Subachoque, que atraviesa buena parte del municipio de Madrid, se deterioraba cada vez más, por eso creó la veeduría, que luego se amplió al río Bogotá. Con el paso de los años Don Rosendo hizo parte de ese colectivo ciudadano que originó la sentencia del río Bogotá.
Pasaba horas enteras en las bibliotecas públicas, leyendo toda la normatividad al respecto, por eso se le consideraba toda una autoridad en la materia. Con la CAR, don Rosendo mantuvo una posición crítica, pero de trabajo conjunto. Reconocía los avances en la adecuación hidráulica del río Bogotá y el trabajo que se está haciendo en el río Subachoque. Afirmaba que, aunque había avances, aún hay mucho camino por recorrer, y con esa convicción se fue a la tumba.
Don Rosendo nos demostró que un veedor puede desempeñar su labor sin volverse enemigo de las entidades o sus funcionarios, y que desde orillas distintas se puede trabajar en armonía y cordialidad.
El mejor homenaje que se le puede hacer a este hombre es seguir su trabajo, y en esto sus amigos, sus compañeros de lucha, deben alzar orgullosos sus banderas, sus principios y sus ideas. Seres humanos como Don Rosendo Romero, que nacieron para servir y luchar, nos demuestran cada día que el poder de las ideas, la palabra respetuosa, la crítica argumentada y los aportes significativos, tienen más poder que los actos violentos. Por esto el legado de Don Rosendo Romero no morirá jamás.
Tomado de Prensa CAR