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Una siembra a más de 3.000 metros de altura

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El reloj marca las 6:30 de la mañana en un miércoles frío en Zipaquirá. Más de 30 niños del Institución Educativa Departamental Guillermo Quevedo Zornoza, entre los 10 y 16 años, salen del colegio hacia el páramo de Guerrero, ubicado a 30 minutos del municipio, con un objetivo: sembrar árboles en una reserva.

 

La ONG ambiental “Conservación Internacional de Colombia” elaboró, de manera conjunta con la CAR entre 2003 y 2004, un estudio para la “Declaratoria de un Área de Conservación en jurisdicción del Páramo de Guerrero y Formulación de su Plan de Manejo Ambiental”. Este estudio concluyó que, dadas las características del área y su alto grado de intervención, era pertinente crear dos áreas protegidas determinadas bajo la categoría de Reserva Forestal Protectora.

 

Para este día, la “Reserva Forestal Protectora páramo de Guerrero”, sería el punto de encuentro de estos estudiantes y sus profesores con los funcionarios de la CAR que, como autoridad ambiental, puso a disposición de estos jóvenes árboles de tres variedades: Raque, Chilca y Corono. Su participación en esta siembra masiva tenía como fin aportar al cuidado de la reserva y aprender la importancia de proteger el ambiente.

 

Los estudiantes estaban a la expectativa. Ni el frío del páramo, ni la idea de llenar su ropa de tierra fueron impedimentos para definir el lugar idóneo de siembra de cada especie y cumplir con su objetivo. Los árboles fueron sembrados, pero la actividad no terminó allí. Como recompensa por su gran iniciativa y compromiso, los funcionarios de la CAR decidieron regalarles a estos jóvenes un recorrido guiado por la reserva.

 

El recorrido inició a las 9:00 a.m. La caminata tenía como destino otro de los puntos más altos de la reserva, donde pudieron observar unos hermosos frailejones que allí nacen. Estos ayudan a absorber el agua presente en la neblina de los páramos y conservarla para su posterior uso. Así fue como conocieron el ecosistema del páramo.

 

Luego de un rato más de caminata, aproximadamente a las 10:30 A.M., llegaron a un punto en donde a pesar de la neblina fue posible visualizar por unos minutos la laguna de Pantano Redondo. Este punto, donde era posible acampar hace unos años, ahora es una de las zonas más protegidas y vigiladas del páramo.

 

Ya eran las 12:00 m y el recorrido había terminado. Con la vitalidad que los caracteriza, los jóvenes bajaron apresuradamente la montaña. Estaban llenos de energía, con nuevos conocimientos, con la satisfacción de haber realizado la siembra de su primer árbol y, sobre todo, con la convicción de que no será el único que sembrarán en su vida.

 

En esa mañana aprendieron que la protección ambiental es una responsabilidad que no sólo les concierne a los adultos sino a todos, y a su corta edad ya son conscientes de los mecanismos que pueden implementar para la conservación del medio ambiente. Como pequeños grandes responsables y guardianes del futuro de nuestro ecosistema.

Tomada de: CAR